La retención de valor por el trabajo realizado por los campesinos depende de cómo se integran al mercado. Si logran tomar la libre decisión de dónde y a qué precio comprar semillas y fertilizantes y a quién vender, cuándo vender y a qué precio vender. Para tomar estas decisiones, entre otras condiciones deben tener acceso al crédito monetario, financiero. El crédito formal otorga libertad de decisiones productivas.
Las ocho décadas de banca de desarrollo, – tres de las cuales con economía de libre mercado- dieron como resultado que la principal oferta de crédito a productores rurales no es el crédito formal bancario, sino el crédito en especie: compradores de cosechas y proveedores de insumos pasaron en tan sólo tres años de representar el 29% al 38% de la oferta de crédito. Ambas relaciones son inequitativas para los productores, pues pierden por doble partida en el costo/calidad de insumos (fertilizantes, semillas, equipamientos) y los precios en condiciones de desventaja por estar amarrado al crédito, sin margen de negociación.
La Encuesta Nacional Agrícola 2017 (INEGI), publicada en noviembre del 2018, muestra inquietantes resultados sobre la oferta de crédito agrícola, pues la tendencia es la reducción de la demanda y también una reducción del crédito formal para dejar en su lugar al crédito en especie (insumos o cosechas).
Un comparativo de los resultados de la ENA entre 2014 y 2017 muestra una reducción en la demanda, al pasar del 12.6% al 10.9% en número de unidades de producción rural que solicitaron crédito; mientras los que recibieron crédito en el mismo periodo se redujo un punto porcentual al pasar de 10.4% a 9.9%, de los 3.7 millones de productores rurales.
¿Quiénes ofrecen crédito formal a los productores rurales?, esta es una verdadera sorpresa de la ENA, pues la principal fuente de crédito formal son las Cajas de Ahorro con un porcentaje del 26.4% al 23.1% en el periodo estudiado, y aunque hubo una reducción en el número de productores atendidos con crédito por parte de las Cajas, éstas se han colocado de forma consistente en la principal oferta sostenida de crédito formal a productores. Algo inusitado porque las Cajas no participan en los programas de apoyo productivo al agro, no operan crédito de la banca de desarrollo y no existen políticas de fomento para su presencia en el crédito agrícola. Ergo, son la principal oferta por méritos propios; por su creciente existencia en los territorios rurales desde 2001 que se aprobó la Ley de Ahorro y Crédito Popular; por su capilaridad (más de 3,450 sucursales en el país); por los requisitos flexibles que permiten a un productor rural tener acceso al crédito, algo que no consiguen ni en la banca comercial o la de desarrollo; y por las garantías no convencionales que aceptan las cajas de sus socios y clientes, que no tienen “garantías reales”. Además reciben crédito a tasas variables con promedio de 22%; mientras que los programas oficiales de acceso al financiamiento han focalizado en los subsidios a tasas de interés y en subsidios a garantías líquidas el “fomento al crédito”. La FND otorga crédito a pequeños productores a tasas del 7% (hombres) y 6.5% (mujeres), y otros créditos agrícolas a productores con tasas entre 13% y 15%, más costos de garantía, de registro de contratos, comisiones por disposición, etc. Estos resultados muestran que para los productores rurales más importante que la tasa es el acceso al crédito.
La segunda fuente más importante de acceso al crédito formal no son los bancos, como se debería suponer con la reforma financiera, son los bancos de desarrollo, donde la FND otorga un 15.3% en 2014 a 15.7%, FIRA se ve reflejada en la participación de Bancos que pasaron del 11.8% al 11% en 2017 y muy cerca de la banca de desarrollo, la fuente amigos y familiares integrada representa un 13.8 y 13.7%, respectivamente. Es decir, toda nuestra infraestructura de banca de desarrollo para representar casi lo mismo en número de personas con acceso, que los amigos y familiares. Sólo que ésta fuente, los amigos y familiares no se han beneficiado de cuantiosos subsidios de los últimos treinta años.
Un comentario final sobre la oferta de crédito formal: las Sofomes, tan promovidas por Banxico y FIRA a fines de los noventa y todo el nuevo milenio como el modelo ideal para crear mercado con incentivos de productividad, después de cuantiosos programas de fomento, otorgó tan sólo 2.4% y 1.7% de atención a productores rurales. Es decir ofrece acceso a 1.7 productores de cada 100 en 2017. En las Sofomes encontramos empresas trasnacionales y grandes agroempresas disfrazadas como intermediarios financieros, usan el dinero de la banca de desarrollo para financiar a los productores proveedores de sus empresas y compradores de sus insumos. Aprovechan el financiamiento con subsidio para atrapar la renta derivada de los subsidios.
En resumen, nuestro sistema financiero rural es estructuralmente deficiente. Necesitamos una Revolución Financiera para cambiar esta situación. Los bancos comerciales privatizados dejaron de prestar a la economía y en los noventas cerraron la mayor parte de sus oficinas de crédito agrícola. La banca de desarrollo fue reestructurada, limitada y reducida hasta casi desaparecer en cobertura, aunque, en su lugar, se fomentaron intermediarios financieros de todo tipo, orientados al otorgamiento del crédito. Pero el dato importante para redefinir la nueva política de financiamiento rural, es el creciente papel que las Cajas de Ahorro, con orientación a la captación y colocación. Para reorientar los apoyos públicos y crear infraestructura duradera: sistemas financieros sostenibles.
ISABEL CRUZ. EL FINANCIERO.