TIC’s para impulsar capacidades tecnológicas en la agricultura

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Hoy en día, la complejidad y dimensiones inherentes al concepto de competitividad, plantean la necesidad de “adecuarlo” a la realidad imperante en el territorio y/o sector que se trate

La competitividad no se limita a producir un bien y venderlo al menor precio. Implica desarrollar y fortalecer capacidades tecnológicas en los actores que integran una red de valor determinada, a fin de resolver un problema concreto o satisfacer una necesidad, como la reducción de costos de transacción y dinamización del intercambio de datos e información, entre otros.

Las capacidades tecnológicas son desarrolladas y/o fortalecidas en el marco del aprendizaje tecnológico, el cual, es un proceso que envuelve repetición y experimentación (learning by doing-aprender haciendo y learning by using-aprender usando) para realizar mejoras desde la óptica de las tecnologías empleadas desde el interior de la empresa, y en el mejor de los casos, desde los intereses de la red de valor, siempre que exista un nodo capaz de integrarlos desde una óptica de “cooperación empresarial”.

El aprendizaje tecnológico se lleva a cabo gradualmente y de manera acumulativa. Algunas de sus limitantes, desde la óptica de la empresa, son: capacidad de inversión para desarrollar y/o fortalecer una nueva capacidad tecnológica, disposición a adoptar la nueva tecnología en función del contexto del usuario tecnológico (empresa) y su capital humano y, a partir de las dos capacidades anteriores, incursionar en términos de la imitación creativa e innovación para mejorar lo que ya se realiza.

Dos variables resultan claves para desarrollar o fortalecer capacidades tecnológicas: edad y escolaridad. Por ejemplo, a mayor edad y menor escolaridad de los agroempresarios, menor es la propensión y disposición para desarrollar capacidades tecnológicas mediante la adopción de innovaciones o mejores prácticas, caso contrario, una menor edad y mayor escolaridad, coadyuvan a una mayor disposición para desarrollar capacidades tecnológicas.

Desde una perspectiva práctica y con base en un diagnóstico del sector rural y pesquero de México, es posible identificar seis estratos de productores, entre ellos los denominados como E4, empresarial con rentabilidad frágil; E5, empresarial pujante, y E6, empresarial dinámico. Dichos estratos cuentan con un promedio de edad de 54.8, 52.2 y 49.2 años, respectivamente, en tanto, la escolaridad promedio ascendió a 5.9, 8.0 y 12.5 años. Dichos datos permiten evidenciar un escenario particular, sobre todo cuando se tienen en perspectiva los valores de las variables en el ámbito nacional, donde la escolaridad promedio es de 9.2 años, es decir, secundaria completa, en tanto, la edad promedio asciende a 28.6 años.  Resulta de interés observar la relación inversa entre edad y escolaridad.

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Ayer se abordó la importancia de las capacidades tecnológicas y algunas variables a considerar para desarrollarlas y/o fortalecerlas

Un camino a seguir podría ser la adopción de mejores prácticas que representan una inversión mínima de recursos, tendientes a mejorar condiciones, procedimientos y formas de organización, para combinar insumos y bienes de capital de manera adecuada para producir un bien o servicio; asegurar la calidad, confiabilidad, seguridad física y durabilidad de la unidad de producción y la vida de anaquel de los productos, y optimizar los métodos de administración, organización y comercialización de la agroempresa.

Algunas de las mejores prácticas podrían incluir: capacidad gerencial y de administración, determinación y sistematización de la estructura de costos de producción, entre otras.

Cabe mencionar que las innovaciones anteriores podrían emplear algún tipo de Tecnología de la Información y Comunicación (TIC) como soporte a los procesos involucrados al interior de la agroempresa, a fin de favorecer una mejor toma de decisiones empresariales. La adopción de las TIC en el entramado empresarial se encuentra actualmente limitada. Únicamente 22.9% de las unidades económicas en México cuentan con equipo de cómputo y 18.9% con servicio de Internet, teniendo en cuenta que las pequeñas y medianas empresas desempeñan un rol fundamental al generar 60% del empleo total en México, y entre 50 y 60% del valor añadido.

El uso de TIC en las unidades económicas del sector primario es similar, 34.4% cuenta con equipo de cómputo y 17.6% con servicio de Internet. Sin embargo, el desarrollo y/o fortalecimiento de capacidades tecnológicas mediante el uso de TIC podría constituirse en una seria limitante, sobre todo cuando se considera que 45% de las unidades económicas del sector rural y pesquero se encuentran en localidades marginadas.

En dicho escenario, FIRA incursiona decididamente en el diseño de modelos asociativos que favorecen la articulación de agroempresarios con la agroindustria y la vinculación de los actores que integran la red de valor. Tal es el caso del esquema de desarrollo de proveedores, el cual tiene como finalidad coadyuvar a la mejora del posicionamiento competitivo de los participantes en la red, con base en relaciones de mediano y largo plazo soportadas por el cumplimiento de los compromisos previamente contraídos.

Usualmente, dichos aspectos se encuentran relacionados con la mejora de la calidad de los agroproductos, la disminución del riesgo en la proveeduría a la agroindustria y/o con la sistematización de datos e información de las unidades económicas mediante el uso de algún tipo de TIC para eficientar acciones de transferencia de tecnología, capacitación y/o asistencia técnica. Lo anterior remite al ámbito de las llamadas capacidades tecnológicas.

*José-Alberto Zarazúa es especialista de la Subdirección Técnica y de Redes de Valor en FIRA. La opinión aquí expresada es del autor y no necesariamente coincide con el punto de vista oficial de FIRA.

jzarazua@fira.gob.mx

JOSÉ-ALBERTO ZARAZUA. EL ECONOMISTA