El agua estaba pensativa. No sabía de quién era. Le habían dicho que era de todos pero, descubrió que muchos se disputaban su pertenencia. Ello le extrañaba, pues al ser un recurso que no se agota, puede ser de todos una y otra vez, siempre y cuando la cuiden y la compartan.
México es muy diverso y ello se refleja en sus condiciones hídricas. La disponibilidad de agua varía cada año —entre ciclos húmedos y secos— a lo largo del territorio. El agua se distribuye en diferentes cantidades y su forma de distribución natural es a través de los ríos.
Pese a su baja disponibilidad de agua, el norte del país ha sido históricamente la región económica más dinámica; pero también es la de mayores dificultades para suministrar del líquido a su población, industria y agricultura. Dicho abasto —en particular para riego— se realiza con apoyo de obras hidráulicas construidas, casi en su totalidad, con cargo a la Federación, por lo que deben beneficiar a todos.
Una de las fuentes de agua de los estados del norte son los ríos Bravo y Colorado, que compartimos con Estados Unidos. De allí la importancia del Tratado de Límites y Aguas signado con esa nación en 1944, que fija el uso y aprovechamiento de las aguas internacionales entre las dos naciones.
Las entregas de agua se realizan en ciclos de cinco años. Al término del cuarto año del actual ciclo (el número 35 en la era del tratado), México tuvo un retraso de 220 mm3, que debe cubrir a más tardar en octubre de 2020, adicionalmente a los 432 mm3 del quinto año. No se pueden tener adeudos por dos ciclos consecutivos y este año debemos pagar.
Así, como Baja California padece de carencia de agua y depende del abasto del río Colorado, el sureste de Estados Unidos necesita la que se retorna desde México.
Para dar cumplimiento a los compromisos adquiridos, Conagua ha diseñado una estrategia para extraer mil mm3 de la presa La Boquilla y 100 mm3 de la Luis L. León, en Chihuahua; 150 mm3 de la Marte R. Gómez, en Tamaulipas, y 100 mm3, en Coahuila. De requerirse, podrían incluso traspasarse aguas mexicanas almacenadas en presas internacionales. Así, prácticamente se asegura el cumplimiento del tratado para el ciclo 35 pero también se dotaría de agua a Tamaulipas para cubrir un 37% de sus necesidades de riego. Se propone que esta entrega sea en esta época del año pues, al ser más frío, se pierde una menor cantidad de agua por evaporación.
Aunque parecería mucho lo que Chihuahua aportará, esta entidad capta en sus pesas el agua que de forma natural correría hacia otros estados, incluido Tamaulipas. Además, aún aportando esa cantidad, Chihuahua tiene asegurado el abasto al 100% de agua que requiere para sus cosechas para el ciclo agrícola 2020. También, se le asegura que en 2021 cuente con esta misma cantidad dejando incluso sin pagar el agua a Estados Unidos de ser necesario.
Implica que la entidad reciba mayores recursos para fortalecer la gestión del agua, que resultan en beneficio de los agricultores.
Esta administración federal —a diferencia de cómo ocurría antes cuando el gobierno federal simplemente abría las presas sin dialogar ni avisar a nadie— ha privilegiado el diálogo, sosteniendo reuniones con usuarios de riego, con gobernadores y legisladores, entre otros, para hacerlo de forma consensuada y con rigor técnico. Sin embargo, dadas la necesidad de cumplir los compromisos y la dificultad de hacer el trasvase del agua en temporada de calor, el tiempo apremia.
La solución implica un sentido de subsidiariedad y solidaridad entre las entidades involucradas —Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas— porque el agua es una y es de todos, sin importar límites geográficos y condición política.
La solución y el pago de agua propuesto por Conagua asegura el agua necesaria para riego en Chihuahua, apoya a Tamaulipas y también permite cumplir con el compromiso internacional.
Los argumentos de que el agua genera conflictos deben ser reconsiderados ya que es la gente la que genera los conflictos y no el agua.
El agua es una y es para todos. No reconoce límites geográficos ni hace diferencia entre las personas. Reconocer que el ciclo del agua permite su uso en serie, es superar fronteras políticas e implementar políticas públicas que beneficien a todos. Se trata de administrar el recurso para asegurar el abasto y el cumplimiento de nuestras obligaciones.
Las presas deben ayudarnos a administrar y no a acaparar el agua, la cual debe ser usada de manera razonada y compartida.
Es momento de que prevalezca la solidaridad norteña que ha contribuido al desarrollo de la región. En las actuales condiciones, los únicos que pueden resolverlo son los habitantes de esa zona, privilegiando la solidaridad, el humanismo, la concordia y el Estado de Derecho.
Directora General de la Comisión Nacional del Agua.
BLANCA JIMÉNEZ CISNEROS. EL UNIVERSAL.