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jueves, noviembre 21, 2024

Jornaleros, la fuerza de EU ante la pandemia

Los jornaleros mexicanos que trabajan el campo en Estados Unidos se enfrentan a una dura realidad, por un lado, al ser en su mayoría indocumentados, no pueden acceder a los apoyos por COVID-19 que brinda ese país, y por el otro, los empleadores no les dan los equipos de seguridad necesarios para realizar sus tareas.

Don José Martínez ha entregado toda su vida al campo de Estados Unidos. Gracias a él y a miles de jornaleros mexicanos, el suministro de alimentos está garantizado en el país con más contagios de COVID-19 en el mundo.

Sin sana distancia, equipos de protección o protocolos sanitarios claros, estos miles de connacionales laboran día a día, ya que si no trabajan, no ganan y no comen.

Si llegan a enfermarse o contagiarse de SARS-CoV-2, están solos, debido a que la mayoría de ellos no cuenta con seguro médico ni de desempleo.

Don José llegó hace 50 años a Estados Unidos proveniente de Michoacán, tenía tan solo 14 años y sabía que si se quedaba en su lugar de origen probablemente moriría de hambre, ahora un virus de origen chino amenaza su vida.

“Ha sido muy complicado, primero, porque uno no habla la lengua de ellos, la comunicación es importante y si uno no tiene esa habilidad es muy duro. En los trabajosa veces hay malos tratos y violaciones a nuestros derechos laborales, muchas veces uno ni se da cuenta”, revela.

Durante todos estos años, José ha trabajado en el campo, intermitentemente, en establos o en construcciones, pero siempre regresa al campo. Actualmente labora en Washington en una compañía que cultiva hongos, un lugar donde los abusos no han cesado.

Cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció como pandemia al COVID-19, don José y sus compañeros trabajaban sin equipos de protección ni protocolos sanitarios y así siguieron varias semanas. Incluso, les llegaron a ocultar contagios.
A inicios de mayo, José acudió al hospital debido a un accidente de trabajo, se cortó parte de un dedo, le dieron 8 puntadas y a las pocas horas comenzó a sentir dolor de huesos, de cabeza y a tener fiebre.

Pensaba que solo era un resfriado, pero en el hospital le dijeron que había salido positivo por COVID-19. Pese a pertenecer a la tercera edad, ser hipertenso y asmático, solo le recetaron Tylenol y lo mandaron a su casa a descansar durante 15 días.

Los problemas en el trabajo no cesaron, el capataz de José le llamó para pedirle que regresara al trabajo y para intimidarlo.

“Hace unos días tuve un problema. Aquí son un poco difíciles. Uno de mi trabajo me habló para intimidarme por no ir. Me hizo sentir mal y como soy voluntario en algunas organizaciones defensoras de los derechos de los trabajadores le hablé a mi abogada para que me ayudara. Ella se encargó y le llamaron la atención a ese hombre.

“Lamentablemente el sistema de este país está muy mal y está en manos muy malas. Falta apoyo para que haya un mejor trato a las personas que venimos a trabajar. No venimos a hacer maldades como dice el presidente Trump, venimos a trabajar y ahorita somos los que estamos trabajando, aunque no tengamos protección”, finaliza don José, aferrándose a sus analgésicos como única cura para sobrevivir y pronto regresar a trabajar.

El contagio de don José no es un caso aislado, el 25 de abril se reportó que 36 de 71 trabajadores de un huerto propiedad de Stemilt Ag Service en el centro de Washington dieron positivo por COVID-19, aunque varios de ellos no mostraban signos de enfermedad.

Debido al contagio masivo ocasionado por la falta de protocolos y equipo de seguridad, el sindicato más grande de trabajadores del campo y lecheros en Estados Unidos, United Farm Workers of America (UFW por sus siglas en inglés) y la asociación Familias Unidas por la Justicia presentaron una demanda en el Tribunal Superior del Condado de Skagit. En el recurso legal, solicitaban que el departamento estatal de Salud y el de Labor e Industrias comenzaran “inmediatamente” a implementar medidas para garantizar la salud y la seguridad de los trabajadores.

Gracias a la lucha, protestas y trabajo de sindicatos y organizaciones sociales, poco a poco los campesinos comienzan a tener una barrera de protección contra el virus y las violaciones a sus derechos laborales, pero falta mucho trabajo por hacer.

En Estados Unidos la mayor parte de los alimentos se cosechan a mano, de acuerdo con cifras de la “Comission on Agricultural Workers” hay cerca de 3 millones de trabajadores agrícolas de los cuales el 75 por ciento nació en México.

El 53 por ciento del total de los jornaleros en Estados Unidos son indocumentados, el 25 por ciento son ciudadanos estadounidenses y el 21 por ciento son residentes permanentes autorizados.

Por considerarse trabajadores esenciales, se estima que por lo menos 20 mil empleados jornaleros del campo siguen laborando y se prevé que la cifra aumente debido a que en mayo comienza la temporada alta de la labor agrícola, la cual termina hasta inicios de noviembre.

De no cuidar la salud de los jornaleros no solo se pone en peligro su vida, sino que la cadena de suministro del segundo país con mayor consumo de alimentos, Estados Unidos, podría romperse, trayendo como consecuencia la escasez de diversos productos.

Fuente: Inforural.com

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