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jueves, noviembre 21, 2024

Las cuatro semillas del futuro

Las cuatro semillas del futuro

-El campo mexicano enfrenta cuatro retos para desatar todo su potencial: adaptarse a la pandemia, integrar la tecnología, modernizarse para ser más competitivo y apostar por nuevos mercados.
El campo mexicano enfrenta cuatro retos para desatar todo su potencial: adaptarse a la pandemia, integrar la tecnología, modernizarse para ser más competitivo y apostar por nuevos mercados.

Mientras el mundo se congelaba por el coronavirus y miles de empresas detenían sus actividades, Roberto y Mauricio Servitje —directores corporativo y comercial de la firma de productos alimenticios Grupo Altex— vivieron días de estrés por el motivo opuesto: enfrentaron un “brinco gigante, inusualmente grande” en la demanda de muchos de sus productos.

Esta compañía procesa y prepara cítricos, verduras y frutas en conserva, frescas y congeladas, principalmente para la exportación y para el canal del retail. Esta fórmula se reveló la más adecuada en esta crisis, pues los restauranres cerraron, pero las tiendas y los supermercados permanecieron abiertos, y los consumidores optaron por alimentos saludables y fáciles de preparar para cocinar en sus casas.

“El reto fue seguir consiguiendo los insumos, la materia prima, y encargarnos de las dificultades que hubo en algunos momentos en el transporte y la logística” cuenta Roberto Servitje.

“En algunas de estas categorías, sobre todo en la de congelados, el consumo contra el año anterior es de casi el doble. En nuestros principales mercados, que son Estados Unidos y Canadá, el repunte es increíble”añade su hermano Mauricio. El caso de esta empresa no es único. La agroindustria —una actividad esencial durante la pandemia, que por ello mantuvo sus operaciones, con la excepción de las cerveceras— se encuentra entre las que mejor están resistiendo la actual situación. Esto recuerda la importancia clave de este sector, donde el país ocupa el lugar 17 mundial en pesca y acuicultura, el 11 en producción de alimentos y cultivos agrícolas, y el 10 en exportaciones.
Es una gran potencia, por ejemplo, en cerveza, aguacate, jitomate, tequila y berries. Sin embargo, el sector primario apenas supone menos del 4% del PIB. La industria tiene múltiples retos para explotar todo su potencial: principalmente, le falta modernizarse para dar un salto definitivo en productividad que no termina de llegar y mantener la competitividad en un entorno global cada vez más complicado. Pero este es el mediano plazo. En el ‘ahora’, lo primero ha sido adaptarse a la “nueva normalidad” de la pandemia.

CAMPO A DISTANCIA
Cuando comenzó la crisis, Corteva Agriscience —el spin-off agrícola de la fusión de Dow Dupont, que se enfoca en la tecnología de semillas, la protección de cultivos y soluciones digitales para agricultura— trazó un plan de cinco fases, cuenta Ana Claudia Cerasoli, presidenta para la región Mesoandina de esta compañía. La fase 1 consistió en cuidar de los colaboradores: establecer protocolos de higiene, de home office y de distanciamiento para el personal de las plantas y del campo. La segunda se enfocó en mantener la relación con los clientes y asegurar la continuidad de la operación. La tercera se centró en “conservar el dinero”, el cash; y la cuarta en “proteger a la empresa y conservar los recursos”, dice la directiva. Y lo último es el plan de recuperación, de reinicio, “ver cómo podemos salir de esto mas fuertes”. Como Corteva, todas las empresas consultadas se han adaptado a la situación con dos objetivos en mente: proteger la salud de sus empleados y conservar la relación con los clientes, que han seguido trabajado en el campo. Para ello han empleado la tecnología y han organizado webinars y otro tipo de eventos online para capacitar a los agricultores, han aplicado consultas y apoyo en línea, e incluso han realizado evaluaciones ‘a distancia’. Cerasoli pone un ejemplo: con las restricciones de movimiento, en los últimos meses ha crecido el uso de drones para hacer análisis de los cultivos.

La empresa Yara, de soluciones para nutrición vegetal y agricultura de precisión, también ha “digitalizado” el soporte técnico a los agricultores, destaca Gianni Canneti, su director regional. Celebró tres días de seminario online para dar capacitación técnica a los agricultores de maíz. “Tuvo una participación de más de 1,000 personas cada día, impactando a unas 800,000 hectáreas”, afirma. “También esramos haciendo soporte digital con herramientas que permiten monitorear una finca con fotos satelitales cada dos o tres días, y esto nos permite no salir al campo, pero dar indicaciones a los agricultores”, añade.

Es un cliché mil veces repetido durante estas épocas: las crisis también representan oportunidades. Por eso, Cerasoli cree que de todo esto puede salir algo positivo. “El productor ya tiene la preocupación de fondo de cómo ganar productividad, cómo hacer más con menos”. ¿Qué oportunidades ve Corteva? “Mantener nuestro compromiso con la tecnología y la innovación. Este año hay tres tecnologías que traemos a México, tenemos una visión de que continuaremos trayendo híbridos más produtivos en maíz y en sorgo, y del lado de protección de cultivos, de traer tecnologías que son cada vez más verdes. Esto no solo no cambia, sino que se va a acelerar”, dice la directiva.

CAMPO TECNOLÓGICO
La agricultura de subsistencia, que abunda en México, sólo sirve para eso, para subsistir. No crea empleos, desarrollo, crecimiento ni “bienestar”, una palabra que ahora está de moda. El sector debe modernizarse o se quedará atrás, coinciden las fuentes consultadas, y este es el enfoque específico de varias multinacionales con fuerte presencia en México. Una de ellas es Netafim, una firma de origen israelí y especializada en soluciones de riego, que en 2018 fue comprada por Mexichem (hoy llamada Orbia). Sus planes se resumen en: tecnificar el campo. “El reto más grande para crecer de manera dramática es poder penetrar con la tecnificación de riego en lo que se conoce como cultivos extensivos: maíz, alfalfa. Si la superficie agrícola en México son 22 millones de hectáreas, 8 millones de ellas son de maíz, pero hectáreas tecnificadas de maíz en todo México no hay de más de 30,000”, dice Ricardo Medina, vicepresidente senior de Netafim para la región Norteamérica. Para penetrar en este sector que, por lo general, emplea poco la tecnología y no cuenta con demasiado acceso al financiamiento, la empresa experimenta con esquemas innovadores como el que ya ha probado en Torreón, ofreciendo la tecnificación de riego “como una venta de servicio, con pagos mensuales por un contrato de seis o siete años”. “Estamos explorando ese tipo de modelos que nos permitan peneterar en los cultivos donde está la mayor superficie sembrada en México”, explica.

Entre los otros planes de Netafim, se encuentra crecer en nuevas zonas del país donde hoy no tiene tanta presencia. “Concretamente, hay dos a las que estamos apostando fuertemente y hemos invertido muchos recursos para penetrar estas regiones”, dice el directivo. Una de ellas es el sureste —Tabasco, parte de Chiapas y Campeche—, en cultivos tropicales como la palma africana, que está sufriendo la sequía y la falta de agua. El otro lugar es el noreste —el norte de Veracruz, parte de Tamaulipas y Nuevo León—, donde también hay cultivos poco tecnificados y problemas de agua.

¿Tan importante es un regadío moderno? Medina asegura que Netafim desarrolló en la India unos proyectos de irrigacion comunitarios, para tecnificar en conjunto las tierras de multitud de pequeños productores, que dispararon la productividad. Ahora busca replicar la experiencia en México, en colaboración con el gobierno, con quien ya hay conversaciones avanzadas, pero el directivo supone que la crisis trastocará ese programa. Pese a ello, es optimista con respecto al futuro, porque la oportunidad va a seguir ahí. “Aquí en México, el promedio de producción por hectárea de maíz es de 3 toneladas. Con un riego tecnificado, puedes brincar fácilmente a 13 o 15 toneladas. El gobierno ha hablado mucho de la autosuficiencia en producción de maíz, y la respuesta es justamente la tecnología”.

CAMPO COMPETITIVO
Las empresas lo dicen con la boca chiquita, porque prefieren no meterse en temas políticos, pero de todos modos coinciden: el presupuesto federal para el sector se ha reducido y el enfoque en apoyar a los agricultores más pequeños —que califican de “correcto” y “necesario”— ha dejado sin ayudas a productores medianos y grandes que también las necesitan.

El representante de la industria, el Consejo Nacional Agropecuario (CNA) es mucho más tajante en sus críticas. “Tenemos 13 tratados de libre comercio con 50 países, ¿y qué hacen nuestos socios comerciales? Pues ayudar a sus agricultores y pescadores y ganaderos. Y las empresas medianas y grandes están compitiendo con empresas de otros países que reciben apoyos. Si no nos igualan las condiciones, ¿qué se va a lograr de todo esto? Un México más dependiente de las importaciones de productos”, asegura Bosco de la Vega, presidente de este organismo.
Por ello, el CNA pide regresar al presupuesto que se tenía para la agroindustria en 2019, un 27% superior al actual. “Nos quitaron apoyos para la comercialización de cosechas, para el fomento ganadero… Eso se ha ido a los pequeños, que es una deuda histórica que tenemos, pero va a tener consecuencias en el campo mexicano”, agrega.

Y este 1 de julio entró en vigor el renegociado tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá (T-MEC), que va a poner presiones sobre la industria. Por un lado, ya hay inspectores laborales en México vigilando el cumplimiento de las normas, pues el tratado comercial establece nuevas condiciones para los trabajadores en el país. Y por otro, las empresas tendrán que adaptarse a varios cambios en las normas de exportación. Todo esto puede reducir la competitividad del campo mexicano, afirma De la Vega. Además, es año de elecciones de Estados Unidos, y mucho del voto duro de Donald Trump está en el agro, por lo que el CNA espera “serias presiones”. “Ya habló de prohibir la exportaciones de ganado de México, ya hay amenazas y demandas dumping con el tema de las berries”, indica el representante de la industria.

Frente a todo esto, la solución es la misma que la que insisten todas las empresas: “Reinventarse, ser más eficientes, más competitivos, invertir en tecnología y trabajar en equipo con el gobierno”. Estos retos existen, pero no deben hacer pensar que el panorama para la industria viene lleno de nubarrones. Para mantener la competitividad en el mundo, no hay que caer en la autocomplacencia, pero México tiene mucho camino andado.

Cerasoli, de Corteva, destaca el “potencial tremendo de exportación” que México ya tiene en numerosos productos, pero dice que falta un trabajo más coordinado entre el gobierno y la iniciativa privada para seguir creciendo y atender “mercados muy exigentes como Europa y Japón”.
Es otro cliché, pero es un hecho: la fortaleza de la agroindustria se refleja en que muchas multinacionales del sector siguen “apostando por México”. Canneti, de Yara, subraya que su firma mantiene la inversión de 12 millones de dólares en una planta de Altamira. “Vemos un potencial en México que sigue ahí”, dice. Otro ejemplo es el de Ingredion, una empresa global de soluciones en ingredientes —edulcorantes, almidones y otros de origen vegetal como el maíz, tapioca, arroz, sagú, papa y leguminosas— que lleva en México 95 años. Su presidente y director general en el país, Rob Ritchie, asumió el cargo en marzo de 2018, y desde entonces, además de “disfrutar del clima y de la gente”, lidera el crecimiento de la compañía.

Ante la crisis del coronavirus, el ejecutivo admite que ha cambiado la estrategia de corto plazo, pero que las inversiones y los planes se mantienen en un horizonte más largo. El año pasado, inauguró una planta de alulosa —un endulzante que se considera un azúcar sin calorías— en San Juan del Río, Querétaro, además de su segundo Idea Innovation Lab en el Estado de México y un centro compartido de servicios financieros para Latinoamérica en Guadalajara. “Hemos invertido más de 150 millones de dólares en México”, destaca. “En los últimos años, la comercialización de productos finales y sus derivados se ha convertido en uno de los principales motores de la economía mexicana, y por eso somos muy optimistas sobre el negocio de agroindustria en México”, añade.

Ritchie comenta que varios de los obstáculos, como la negociación del nuevo tratado commercial, han quedado atrás, aunque las nuevas condiciones “requerirán un cierto nivel de alineación entre los productores de los tres países”. También afirma que “va a ser necesario un mayor uso de la tecnología en el sector de agronegocios: cosas como Big Data, blockchain, drones y robots que pueden mejorar los procesos y la productividad y hacer a la agricultura de México más competitiva frente a otras opciones en Estados Unidos y Canadá”.
CAMPO DIVERSIFICADO
Desde sus inicios, Grupo Altex se puso entre sus objetivos modernizar el campo y “generar riqueza para los agricultores”, dice Roberto Servitje, y la forma de lograrlo fue enfocándose en la exportación, para generar ingresos en dólares. Con el tiempo, “nos dimos cuenta de que, para poder tener un volumen interesante y poder llegar a los clientes más grandes, necesitábamos tener un nivel de servicio y de contacto muchísimo mayor”, agrega. Por eso abrieron oficinas comerciales en el extranjero.

Primero buscaron lugares con afinidad cultural —la primera fue en Barcelona en 2005, para expandirse por el mercado europeo, y la de Estados Unidos se instaló en Miami—, y poco a poco abrieron más los horizontes. En algunos casos fracasaron, como en Egipto, donde tuvieron problemas para entenderse con la cultura local, y en otros lograron salir adelante, como en Japón, con la ayuda de empleados con algún parentesco latino, pero también japonés. Hoy, los productos de Altex se consumen en ese país asiático.
Esta experiencia, según los hermanos Servitje, muestra que diversificar mercados, más allá de Estados Unidos, es posible. Y ahí está otro de los retos a enfrentar para llevar el campo mexicano al siguiente nivel.
“Todavía se trabaja de una manera pulverizada, muy poco tecnológica, sin inversión ni en cosas muy básicas como riego, y eso complica el competir con otros países,” finaliza Roberto Servitje.

Fuente: Inforural.com

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