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Quintana Roo pierde miles de hectáreas de árboles cada año, volviendo insuficientes los esfuerzos por reforestarla: por cada árbol que se siembra, se pierden 20 en quemas agrícolas en el sur de la entidad o por talas indiscriminadas, que dan paso a enormes fraccionamientos en los municipios del norte.
De acuerdo con datos del Proyecto de Compensación Ambiental de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), entre el 2017 y el primer bimestre del 2020, se plantaron árboles en siete mil 985 hectáreas de suelo quintanarroense, para ello se destinaron 187 millones de pesos de recursos federales.
Sin embargo en ese mismo periodo, se perdieron 175 mil hectáreas, de las cuales, 20 mil fueron por la tala.
Otras 52 mil 153 fueron por incendios forestales. Este año fue el peor: más de 40 mil hectáreas de vegetación quedaron reducidas a cenizas en 68 incendios, de acuerdo con el corte más reciente de la Conafor.
Los municipios de Bacalar y Othón P. Blanco han sido los más afectados, concentrando cinco de cada 10 hectáreas perdidas por el fuego. Esta situación no es casualidad, sino provocada.
De acuerdo con el titular de la Coordinación Estatal de Protección Civil, Adrián Martínez Ortega, seis de cada 10 siniestros fueron ocasionados por agricultores y ganaderos; dos de cada diez tuvieron su origen en las actividades de los cazadores furtivos, mientras que el resto por distracciones de la población.
A pesar que las autoridades están conscientes de las causas, en los últimos año el único reporte de alguna sanción fuerte es una multa de 10 millones de pesos aplicada por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) a la comunidad menonita instalada en Bacalar. El monto ya fue cubierto. Nadie terminó en la cárcel.
Además de las quemas, está también la destrucción “legal” de la flora: aquella tala y desmonte que realizan las constructoras para dar paso a los grandes fraccionamientos.
Según información que ha proporcionado el Colegio de Ingenieros de Quintana Roo, de 2016 a la fecha se han construido al menos 68 desarrollos inmobiliarios, ocupando el espacio donde se encontraban 99 mil hectáreas de vegetación.
El 67% de esas construcciones son fraccionamientos ubicados en las ciudades de Cancún, Tulum y Playa del Carmen, para atender la demanda de vivienda de los casi 40 mil migrantes que llegan a la entidad cada año.
“Lamentablemente el crecimiento desmedido no va acompañado de una reforestación adecuada”, dice Alejandro Rodríguez Aznar, arquitecto, urbanista y encargado de la investigación “Islas de Calor en Cancún”, donde revela que esta falta de interés por privilegiar un crecimiento “verde”, ha provocado un aumento de casi tres grados en la temperatura de la ciudad.
“En la mayoría de las colonias, regiones o desarrollos inmobiliarios puedes observar hectáreas y hectáreas de planchas de cemento, y muy escasos árboles. Ni siquiera en los parques es posible encontrar más de cinco. Esto ocasiona que la radiación solar se disperse más lentamente, formando una burbuja de calor que sube la temperatura y nos afecta a todos”, puntualiza.
A este problema se suman las 3 mil 429 hectáreas de mangle que se han talado o rellenado en la última década en el norte del estado para construir grandes hoteles, villas y campos de golf, lo que además de incrementar la temperatura, también acentúa la erosión del suelo, la pérdida de playas y la contaminación del mar.
Los esfuerzos por reforestar, además de ser insuficientes, también han demostrado ser inoperantes. Ambientalistas y jefes ejidales aseguran que las autoridades no dan seguimiento a la plantación de árboles, lo que reduce su tasa de éxito.
“En el 2011 la Conafor sembró 110 hectáreas de caoba en la zona para compensar los árboles perdidos por la tala de maderas preciosas”, dice Reinaldo Guzmán Juárez, del Ejido Caobas, en el municipio de Othón P. Blanco, “pero solo se tomaron la foto y se fueron. No regresaron para monitorear su crecimiento o abonar la tierra. Por eso hoy no sobrevive nada de esa siembra”.
El ejidatario añade que con el programa federal “Sembrando Vida”, se anunció desde el 2018 una inversión de 220 millones de pesos para plantar árboles en 12 mil 500 hectáreas ejidales de Quintana Roo. Teme que sufran el mismo destino.
fuente: inforural.com