Es un hecho que por lo menos en México, en una gran cantidad de hogares, es una mujer (ya sea una madre de familia, o una persona de ayuda doméstica) es la encargada de preparar o de menos planear los alimentos que se consumen dentro de casa. Aunque la configuración de los hogares es ahora más plural, el peso de la alimentación doméstica recae mayoritariamente sobre una figura femenina.
Y es un hecho también que a este respecto, diferentes mujeres expresen su cansancio en cumplir el rol de ser la responsable no solo de proveer una alimentación a los miembros del hogar, sino que esta alimentación, debe de reunir ciertas normas y valores sociales a los que se les da diferente ponderación. Algunas de estas normas pueden responder a temas de salud, otras a temas de tradición, de cánones culinarios, de gustos y preferencias de los miembros de familia, entre muchos otros factores. Es común que por ejemplo, muchas madres de familia expresen desconsuelo o culpabilidad, a la forma en la que sienten que llevan la alimentación de sus hijos. Es común también que a este respecto, se refieran con frecuencia a un supuesto “Síndrome del impostor”.
Cuando se busca en Google acerca de este síndrome, aparecen artículos especializados sobre lo que esto significa, e incluso testimonios de celebridades del mundo de la política y los espectáculos, que alguna vez han sentido que su éxito no es algo merecido. La cuestión con el supuesto síndrome del impostor, es que casi siempre se atribuye a una condición psicológica, en una inmensa mayoría, a las mujeres. Poco se analiza sobre la inmensa mayoría de mujeres que dicen sentirlo en relación a los hombres. Además, poco se consideran los factores históricos, sociales y culturales por los que las mujeres pueden sentir que no merecen el éxito que tienen, ya sea profesional, cuidando de una familia, o simplemente, siendo la persona querían ser.
Para llenar el checklist de mujer exitosa, se exige parecería, un estilo de liderazgo femenino en el que todo tiene que ser casi perfecto: desde la alimentación de casa, la forma en la que se educa a los hijos, hasta los logros en el trabajo, pasando por la forma en la que se ven. Cargar con todo estos paradigmas hace que cuando una mujer ha tenido éxito en algún ámbito de la vida, en muchas ocasiones se sienta como una “impostora” al no tener la perfección en los otros ámbitos que también son, supuestamente, su responsabilidad. La palabra síndrome, no hace más que “patologizar” el tema, y recuerda viejos paradigmas en los que por ejemplo, la histeria clínica era considerada inherente a lo femenino. Una cuestión es sentir inseguridades acerca de los retos que propone la vida, y otra, sentir que el cumplimiento de esos retos se hace a manera de “impostor”.
Existen muchos estilos de liderazgo en los que una mujer puede estar inmersa, incluido, el hecho “tan simple” que podría parecer la gestión de la alimentación en un hogar. Habría que dejar de referirse al individuo y voltear más a ver los factores que suceden alrededor, para que una persona que lleva a cabo sus tareas con éxito, sienta que ese estilo de liderazgo —por más simple que sea percibido socialmente, como el hecho de alimentar a los miembros de un hogar— no es suficiente para considerarlo como un éxito merecido.
Fuente: EL ECONOMISTA.