En las últimas semanas, las noticias acerca de fenómenos climáticos que han afectado algunas regiones de Norteamérica -como es el caso de México-, han tomado mayor relevancia por el impacto económico y en la productividad de diversas industrias; sin embargo, lo más importante es que poco a poco nos estamos dando cuenta de la vulnerabilidad de nuestra capacidad productiva frente a eventos innegables como el cambio climático.
La agricultura es, sin duda, uno de los sectores donde es de enorme importancia tomar medidas para potenciar la producción, y así satisfacer las necesidades de la población presente y futura, así como garantizar la sostenibilidad del sector agropecuario a través del tiempo frente a los retos climáticos.
Un ejemplo reciente de cómo el clima adverso puede impactar en el rendimiento agrícola, son las heladas y las bajas temperaturas en los estados de Sinaloa y Tamaulipas durante el presente ciclo Otoño-Invierno 2020/21, ya que, de acuerdo con el Grupo Consultor de Mercados Agrícolas, estas están afectando el potencial de la producción de maíz de los estados anteriormente mencionados, con una previsión de casi 7.6 millones de toneladas, que de concretarse sería 9.1% menor a la del ciclo homólogo anterior.
Con este ejemplo, es evidente que el hecho de tomar decisiones que contemplen la sostenibilidad en el sector agrícola ya no es una opción, sino que se convirtió en una necesidad fundamental frente al panorama futuro donde un aumento de más de 1.5°C en la temperatura global, puede ser altamente catastrófico para la industria agropecuaria y la seguridad alimentaria en general.
Desde el Consejo Nacional Agropecuario y tomando como punto de partida la agenda 2030, las acciones emprendidas por nuestros socios y asociados comprenden esfuerzos intrínsecos de alto valor para avanzar como sector hacia prácticas responsables con el medio ambiente, buscando ser más productivos en los mercados locales e internacionales, al mismo tiempo que buscamos ahorrar la mayor cantidad de recursos naturales posible.
Asimismo la estrecha colaboración entre el sector público y privado es esencial para construir un frente común para implementar prácticas sostenibles que nos permita definir y analizar las variables más relevantes respecto al impacto de las actividades agroalimentarias en nuestro país, teniendo en cuenta que las inversiones en innovación y desarrollo son indispensables para la viabilidad del sector en el futuro.
Fuente: JUAN CORTINA