La lucha contra la tala y las plantaciones ilegales del ‘oro verde’ ha trazado una línea en las montañas: aguacates y tierras despejadas, por un lado, y bosque de pinos por el otro.
CHERÁN, Michoacán. En las montañas de pino del oeste de México, donde los taladores arrasan con laderas enteras para plantar aguacate, los habitantes han tomado la lucha contra la tala ilegal por su propia mano. Dicen que el aguacate les reduce el suministro local de agua y atrae a los cárteles del narcotráfico en busca de dinero por extorsiones.
En algunos lugares, como el pueblo de Cherán, en Michoacán, la lucha contra la tala y las plantaciones ilegales ha tenido tanto éxito que parece como si se hubiera trazado una línea en las montañas: aguacates y tierras despejadas, por un lado, y bosque de pinos por el otro. No obstante, ha sido necesaria una sublevación política de toda una década en la que los pobladores de Cherán han declarado su autonomía y han formado su propio gobierno.
Otros poblados, acosados por productores y grupos armados de los cárteles, continúan luchando, pero suelen ser amedrentados por la violencia.
David Ramos Guerrero, un integrante de la junta agrícola autónoma, afirma que los agricultores han acordado una prohibición total de las plantaciones comerciales de aguacate, que —señala— “lo único que trae es violencia”.
“Sí se les permite tres, cuatro, cinco o hasta un máximo de 10 plantas para uso únicamente comestible para la comunidad, pero como negocio no está permitido”, subrayó.
La razón es evidente. Durante un recorrido de patrullaje, Ramos Guerrero observa un valle prácticamente deforestado en un municipio vecino. Filas de árboles de aguacate se forman en las laderas desnudas que antes se encontraban llenas de pinos y abetos. “Esta es una isla. Alrededor de Cherán todo está invadido de aguacate”, lamenta.
Quienes hayan recorrido la montaña fresca de bosque de pinos y abetos en Michoacán sabe que las copas de los pinos sirven de protección contra el calor y la evaporación. La gruesa alfombra de agujas de pino caídas sirve como esponja, absorbiendo y almacenando la humedad. Las raíces de los pinos evitan que el agua y la tierra caigan por las laderas.
La lucha por el agua
Pero lo primero que hacen los productores de aguacate es crear estanques que retengan el agua para sus huertos, drenando los riachuelos que previamente eran usados por los pobladores en las zonas de la montaña. Luego llegan los cárteles del narcotráfico a extorsionar a los productores de aguacate.
“Nos hemos dado cuenta de que el aguacate lo único que hace es absorber toda el agua posible de lo que producen nuestros bosques”, afirma Ramos Guerrero.
Cherán, que empezó su experimento de gobierno autónomo en 2011 con el bloqueo de carreteras utilizadas por los taladores ilegales, ahora emplea retroexcavadoras para hacer zanjas a lo largo de las vías de explotación forestal. Sobre los aguacates, Ramos Guerrero afirma: “intervenimos de una manera amable, primeramente a través de un diálogo, y si no se llega a ningún acuerdo, pues se usa ahora. Así que la puerta va, y se arrancan o se cortan las plantas de aguacate”.
Si los agricultores no aceptan dejar de plantar aguacates, es cuando entran en acción las patrullas forestales de Cherán.
Viajando en un par de camionetas tipo pickup por el bosque, una fuerza de la policía comunitaria conformada por hombres armados con fusiles AR-15 decomisa un hacha y posteriormente una motosierra a dos hombres que talan árboles. A los hombres probablemente se les devolverán las herramientas con una advertencia de que pidan permiso para la próxima vez. Las patrullas encuentran troncos de pino previamente cortados y ocultos entre la maleza a lo largo de la carretera y los decomisan, subiéndolos en una de las camionetas.
Salvador Ávila Magaña, de 65 años, recuerda cómo era antes que Cherán se levantara en 2011. Él fue echado de sus tierras ante las amenazas de los taladores, que luego las talaron.
“Ya al último (fuimos) amenazados con que, si volvíamos a pisar por allá, nos iban a ‘levantar’”, dijo Ávila Magaña. “Si íbamos aparecíamos en bolsa. Varias personas murieron y los entregaron con el tiempo en pedazos”.
Pero a pesar de que su parcela de 18 hectáreas (45 acres) había sido talada por completo, Ávila Magaña decidió plantar pinos de nuevo, con la esperanza de “dejar algo a mis hijos, mis nietos”, quienes, espera, puedan seguir con la que en su momento fue una práctica forestal sostenible para la extracción de resina para trementina o cosméticos.
“Hicimos un convenio con los comuneros que no sembramos aguacate, puros árboles que produzcan un aire bueno”, dijo.
Cultivo milagroso
Los aguacates han sido una especie de un cultivo milagroso para miles de pequeños productores en Michoacán. Con unas cuantas hectáreas de árboles de aguacate bien cuidados, quienes tienen pequeñas tierras pueden enviar a sus hijos a la escuela o comprar una camioneta tipo pickup, algo que ningún otro cultivo les permite hacer, pero debido a la gran cantidad de agua que requieren, la expansión de este cultivo se ha dado hacia los bosques húmedos de pinos en lugar de los campos de maíz en desuso.
Ni los productores ni los exportadores han hecho esfuerzos serios para garantizar que sus aguacates vengan de huertas sostenibles.
Si bien la batalla ha sido ganada temporalmente en Cherán, se sigue llevando a cabo en otros poblados de Michoacán que no han tenido una toma ciudadana del gobierno local.
Patrullaje forestal vs. productores
Aproximadamente a unos 96.5 kilómetros (60 millas) de distancia, en el poblado de Villa Madero, el activista Guillermo Saucedo trató de crear el tipo de patrullaje forestal usado en Cherán para detectar a los taladores ilegales y las huertas de aguacates no autorizadas. Reunió hasta a 60 o 70 personas para que participaran en los patrullajes, a partir de mayo de 2021, pero el 6 de diciembre, Saucedo se topó con hombres armados de un cártel del narcotráfico. Dice que quizá habló demasiado enfáticamente en las reuniones o enfadó a aliados poderosos de los taladores y productores de aguacates.
“Se me atravesó con el auto de color blanco, con vidrios polarizados, camionetas cerradas y tipos”, recordó Saucedo un mes después. “De ahí descendieron tres personas con armas cortas y largas y de volada me cortaron el cartucho. Me apuntaron mientras el que salió del frente conmigo me apuntó. Me llegaron dos por la espalda y me subieron a golpes en el vehículo y me sacaron de aquí del pueblo.”
Durante el trayecto, le colocaron una chamarra y un pasamontañas sobre la cabeza. Lo golpearon en la cabeza con las culatas de sus fusiles y pistolas. Más tarde, en una casa de seguridad, le preguntaron repetidamente sobre un líder de cártel detenido, pero Saucedo piensa que era una excusa para sus verdaderas intenciones: su labor en la organización comunitaria.
“Me golpearon hasta que se cansaron”, narró. Horas más tarde, lo abandonaron en un camino de terracería en un municipio alejado, y le informaron que culpara a un cártel rival de su secuestro.
Los patrullajes cesaron y Saucedo se ha visto forzado a mantener un perfil bajo en su aldea natal en Zangarro. Sus peticiones de protección al gobierno federal no han sido atendidas hasta ahora en un país donde 96 ambientalistas comunitarios o activistas han sido asesinados en los últimos tres años.
Saucedo y el ambientalista Julio Santoyo no están seguros de cuál es el vínculo exacto entre los cárteles del narcotráfico y los taladores y los productores de aguacate en Villa Madero.
Santoyo cree que los grupos criminales podrían estar invirtiendo directamente en los plantíos de aguacates. No sería algo increíble en Michoacán, donde en 2010 otro cártel, los Caballeros Templarios, se apropió del negocio de la extracción de mineral de hierro y su exportación a China.
Saucedo opina que los cárteles están protegiendo a los taladores y productores.
“Están apadrinados con ellos, ellos los protegen”, sostuvo Saucedo. Ciertamente, los productores de aguacate en otras partes del estado se han quejado con frecuencia que los cárteles del narcotráfico están exigiendo pagos por cada envío de fruta, y resulta fácil comprender por qué los cárteles desean que la producción aumente.
En Villa Madero, un lugar que antes estaba rodeado por bosques de pino, Santoyo usó recientemente Google Earth para detectar aproximadamente 360 estanques de retención de agua que los productores de aguacates han creado para regar sus huertos. Saucedo dice que ahora muchos de los bosques de pino han sido talados y los productores de aguacate están recurriendo a pozos profundos, lo que disminuye aún más el nivel freático.
Santoyo dijo que también ha recibido amenazas indirectas de un cártel que exigen un “ya bájale” con su activismo, pero informó que las familias agrícolas locales de antemano se han visto afectadas por los plantíos de aguacate.
“La gente de estos lugares tradicionalmente podía sacar agua de los arroyos para sus animalitos, chivas, vacas, borregos”, explicó Santoyo. “Ya no puede hallar agua y tiene que ir en camioneta o a pie a buscarlo, a veces falta hasta para el consumo humano.”.
Fuente: AP.