La reciente cumbre de la ONU sobre el clima celebrada en Glasgow fue calificada, como era de esperar, como nuestra «última oportunidad» para hacer frente a la «catástrofe climática» y «salvar a la humanidad». Casi todas las cumbres sobre el clima han sido calificadas como la última oportunidad. Establecer plazos artificiales para llamar la atención es una de las tácticas medioambientales más comunes. Se nos ha dicho continuamente durante el último medio siglo que el tiempo está por agotarse. Este mensaje es espectacularmente erróneo y conduce al pánico y a las malas políticas.
En 1989, el director del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente declaró que teníamos sólo tres años para «ganar o perder, la lucha climática». En 1982, la ONU predecía una «devastación planetaria tan completa, tan irreversible como cualquier holocausto nuclear» para el año 2000. En la primera cumbre de la ONU sobre el medio ambiente, celebrada en Estocolmo en 1972, el organizador y posteriormente primer director del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente advirtió que el mundo sólo tenía 10 años para evitar la catástrofe.
En 1972, el mundo también se vio sacudido por el primer sobresalto medioambiental global, el llamado informe «Límites del crecimiento». Los autores predecían que la mayoría de los recursos naturales se agotarían en pocas décadas y que la contaminación superaría a la humanidad.
Todos se equivocaron porque pasaron por alto el mayor recurso de todos: el ingenio humano. No nos limitamos a consumir recursos, sino que innovamos formas más inteligentes de hacerlos más accesibles. Al mismo tiempo, la tecnología resuelve muchos de los problemas de contaminación más persistentes, como hizo el conversor catalítico. Por eso la contaminación atmosférica en los países ricos lleva décadas disminuyendo.
Sin embargo, tras cincuenta años de predicciones asombrosamente incorrectas, los defensores del clima, los periodistas y los políticos siguen pregonando un apocalipsis inmediato ignorando la adaptación. Los titulares de que la subida del nivel del mar podría inundar a 187 millones de personas a finales de siglo son una tontería. Asumen absurdamente que ninguna nación construirá defensas contra el mar. En el mundo real, las naciones cada vez más ricas se adaptarán y protegerán mejor a sus ciudadanos, lo que provocará menos inundaciones, al tiempo que, sorprendentemente, gastarán una parte cada vez menor de su PBI en costos de inundación y protección.
Asimismo, cuando los activistas dicen que el cambio climático hará que los niños se enfrenten al doble de incendios, se basan en modelos informáticos que sólo incluyen la temperatura e ignoran a los humanos. Las sociedades reales se adaptan y reducen el fuego porque los incendios son costosos. Por eso las estadísticas mundiales sobre incendios muestran una menor superficie quemada en los últimos 120 años y la razón por la que un futuro con adaptación ve menos, no más incendios.
Estos temores infundados tienen consecuencias en el mundo real. Un estudio académico sobre jóvenes de todo el mundo reveló que la mayoría sufre de «eco-ansiedad». Dos tercios están asustados y tristes, y casi la mitad dicen que sus preocupaciones afectan a su vida diaria. Es irresponsable asustar a los jóvenes cuando el Grupo de Expertos sobre el Clima de la ONU concluye que, incluso si no hacemos nada para mitigar el cambio climático, el impacto para finales de siglo será una reducción del incremento medio de los ingresos del 450% al 438%. Un problema, pero difícilmente el fin del mundo.
Además, el pánico es un terrible asesor político. Los políticos activistas del mundo rico están dando vueltas a la cuestión del cambio climático, subvencionando costosos proyectos superfluos como el de los coches eléctricos, la energía solar y la eólica, mientras que la ONU descubre que no puede identificar un impacto real en las emisiones de la última década de promulgaciones climáticas. A pesar de sus grandiosas declaraciones de salvar el mundo, el 78% de la energía de los países ricos sigue procediendo de los combustibles fósiles. Y como ha vuelto a demostrar la cumbre del clima de Glasgow, las naciones en desarrollo, cuyas emisiones durante el resto de este siglo son las más importantes, no pueden permitirse gastar billones en políticas climáticas ineficaces mientras ayudan a sus poblaciones a salir de la pobreza.
Está claro que cincuenta años de pánico no han resuelto el cambio climático. Necesitamos un enfoque más inteligente que no asuste a todo el mundo y se centre en soluciones realistas como la adaptación y la innovación. La adaptación no hará desaparecer todo el costo del cambio climático, pero lo reducirá drásticamente. Y si financiamos la innovación necesaria para que la energía limpia acabe siendo más barata que los combustibles fósiles, podremos permitir que todos, incluidos los países en desarrollo, se vuelvan ecológicos de forma sustentable.
Bjorn Lomborg ** Es presidente del Copenhagen Consensus Center y visiting fellow en Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Ha sido considerado una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time, una de las 75 personas más influyentes del siglo XXI por la revista Esquire y una de las 50 personas capaces de salvar el planeta por el periódico The Guardian, del Reino Unido. Su más reciente libro en español es Falsa alarma: Por qué el pánico ante el cambio climático no salvará el planeta, que se suma a sus numerosas publicaciones, entre ellas los best seller “El ecologista escéptico” y “Cool It”.
Fuente: BJORN LOMBORG. MILENIO DIARIO.