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viernes, noviembre 22, 2024

El virus que pegó en la costa mexicana

México es un país costero. Sus dos litorales suman más de 11,000 km de costas en los que se integran los modos de vida y economías de 150 municipios con frente de playa y otros 113 con diferentes grados de influencia costera.1 Hasta 2019 había más de 10 millones de personas viviendo en localidades costeras y alrededor de 100,000 se identificaban como pescadores.2

Predominan estereotipos románticos sobre las localidades costeras, como que la vida pasa despacio, que se está aislado de la urgencia de la modernidad, que habitar ahí es vivir en “abundancia”, que la comida es siempre sana y sin las tentaciones de la comida industrializada. Sin embargo, la realidad es otra. La pandemia nos obligó a reconocer las condiciones en que subsisten muchas de las personas que habitan en la costa y dependen de las pesquerías, así como a impulsar los esfuerzos encaminados a alcanzar pesquerías sostenibles. Revalorar la importancia de la actividad frente a futuras crisis, implica una reflexión en torno a la pesca en nuestro país.

La importancia de la pesca para el México del siglo XXI

Desde hace décadas, México está entre los veinte países con mayor producción pesquera, dando sustento directo a cerca de 250,000 personas. Si consideramos toda la cadena productiva, esta cifra asciende a dos millones de hombres y mujeres, quienes operan dentro de la flota de pequeña escala y producen más de la mitad de los productos del mar mexicano. En ese sentido, la pesca genera numerosos empleos en los países con costas, pero sobre todo es clave en regiones donde provee de ingresos, nutrientes y medicinas a las poblaciones costeras, las cuales apoyan a reducir la malnutrición en gran parte de la población de nuestro país. La pesca significa seguridad alimentaria. A pesar de esta importancia, desconocemos mucho sobre ese sector. Por ejemplo, ignoramos las dimensiones de la pesca que se dedica al autoconsumo; es decir, el valor tanto económico como nutricional de todo el pescado que va directamente a la mesa de las familias pesqueras. Por ello, si un pescador dejara de serlo, seguramente no podría percibir en su nuevo empleo los ingresos que se requieren para proveer de la cantidad y de la calidad del alimento que le proporcionaba la pesca.

El impacto de la pandemia sobre la pesca

La pandemia fue un golpe fuerte para la pesca, lo mismo que con todas las actividades productivas. A inicios de 2020 las actividades de la flota de pequeña escala se vieron afectadas por la contingencia sanitaria. En México, al ser un país preponderantemente católico, se vio severamente golpeado desde los primeros meses del confinamiento, sufriendo la reducción y posterior cese de sus actividades durante la cuaresma, que es la mejor época del año para pescadores y distribuidores de productos marinos. Se estima que el 90 % de los pescadores de algunas regiones de México llegaron a parar sus actividades3 y, en total, la industria pesquera disminuyó sus ventas en un 85 %.4 Este impacto fue significativo debido a diversos factores, incluyendo que los mercados disminuyeron o de plano cerraron, los precios de los pescados y mariscos se fueron a la baja, tuvieron problemas para distribuir y comercializar sus productos, y dejaron de pescar por los riesgos de salud que implica trabajar en espacios reducidos, como las pangas. Además, quedaron incomunicados en sus comunidades.

¿Cómo nos encontró la covid-19?

La pandemia complicó un escenario de por si complejo en el país, en donde la mayoría de los productos son sobreexplotados además del problema que supone la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada; situación que se complica debido a una sistemática falta de vigilancia. Otro tema relevante es el trabajo de la mujer, que es invisibilizado. Tan sólo en 2019, se estimó que al menos el 12 % del sector lo componían mujeres, quienes laboran principalmente en actividades de procesamiento (28 %)5 y que, pese a ser invisibilizadas y subrepresentadas en las pesquerías de todo el mundo, desempeñan papeles clave, tanto para la seguridad alimentaria como para la provisión de recursos económicos emergentes en sus hogares mediante la adopción de actividades económicas alternativas.6 En total hay poco más de 20,000 mujeres trabajando en la pesca y la acuacultura.  Otro proceso social poco reconocido es el relevo generacional, pues cada vez hay menos jóvenes pescadores en la actividad y los que hay, no necesariamente son los hijos de los pescadores.

Otra amenaza importante a la pesca es el incremento de las importaciones. El producto nacional está cediendo terreno ante una creciente importación de basa, tilapia y camarones. El precio de estos pescados importados es menor; sin embargo, el precio se fija por el peso,  pero resulta que sus empaques tienen hielo, hasta en un 30% según Oceana México, por lo que la competencia no es justa.

También hay que considerar las condiciones en las que viven los pescadores. Si bien, algunos habitan en pequeñas ciudades (donde incluso compiten por espacio con otras actividades, como el turismo), la mayoría vive en zonas rurales, con pocos servicios básicos. Algunos viven en pequeños asentamientos humanos ubicados en zonas ganadas a los humedales costeros y que se caracterizan por ser muy vulnerables ante los fenómenos meteorológicos, como los huracanes.7 En estas zonas los pescadores tienen que alternar sus actividades con otras como jornaleros, albañiles, agricultores y ganaderos.

Los ecosistemas donde se pesca están muy deteriorados, por los potenciales impactos del cambio climático, la reducción de la biodiversidad, las especies invasoras y la contaminación. Actualmente, la expresión más reciente de la contaminación son los plásticos. De acuerdo con Greenpeace México, se han detectado plásticos en varias de las especies sujetas a pesca.

La pesca en la “nueva normalidad”

En este momento, en que las economías del mundo están reactivándose para luego volver a cerrar en una suerte de rebrotes intermitentes, se prevé un sensible aumento global en los niveles de pobreza e inseguridad alimentaria.8 Se estima que el número de personas subalimentadas en el mundo a partir de la covid-19 aumentará entre 83 y 132 millones.

En países como México, con 60 millones (41.9 % de la población) de personas en situación de pobreza y un panorama que no apunta a una oferta masiva de empleos posterior a la pandemia, podemos esperar que la diáspora latinoamericana hacia la costa9 se acelere. No será la primera vez que surjan nuevas y desorganizadas poblaciones pesqueras a partir del colapso de otras actividades económicas.10 Esto representará una reconfiguración geográfica inesperada y un riesgo socioambiental potencial. Es muy probable que quienes lleguen en busca de comida lo hagan sin tener el conocimiento necesario para asegurar una práctica sustentable.

La pesca podría ser “el héroe” de la nueva normalidad, sobre todo si posicionamos a la pesca como el producto insignia de un nuevo mercado nacional. El término “Héroes de la alimentación” fue acuñado por la FAO el Día Mundial de la Alimentación (16 de octubre de 2020) para reconocer a todos los productores de alimento que no han parado de trabajar para que no falte el alimento a la mayoría de la población. En ese sentido, hay que aplaudir la transición hacia la nueva normalidad en la costa, donde la solidaridad del gremio ha relucido. De acuerdo con Comunidad y Biodiversidad, A. C., en todas las costas del país se registraron créditos entre pescadores, repartición de ahorros, ajustes a los salarios de los socios, dotación de equipo y material de salubridad.

Para lograr que las y los pescadores se consoliden como héroes permanentes, hay que reactivar el sector primario por medio del diseño y diseminación de estrategias específicas. Es en este sentido, que las 190,000 personas relacionadas con la pesca recibieron de manera adelantada el programa Bienpesca (21 % de las beneficiarias son mujeres). Este útil apoyo se diluye ante las enormes necesidades de los pescadores, sobre todo frente a las recientes decisiones de retirar los subsidios de gasolina, mejoramiento pesquero e inspección y vigilancia.  Algunos actores sugieren seguros para futuros desastres, lo que pudiera ser especialmente útil para las pesquerías de exportación, que, como pasó con la langosta, fueron de las primeras impactadas por el cierre de los grandes mercados internacionales.

También hay espacio para promover la pesca como el trampolín hacia una alimentación sana. Ya se han concretado esfuerzos para que instituciones gubernamentales, como la Secretaría de la Defensa Nacional, compren directamente a los productores de pescado. La meta debería de ser más ambiciosa y alcanzar un mercado nacional. La reducción de comorbilidades que tanto nos han dolido, está siendo atacada de fondo mediante una estrategia de orientación nutricional que busca procurar una alimentación informada, saludable, sostenible y nutritiva. La campaña nutricional coordinada por la Profeco, “La transformación empieza, con lo que llevas a la mesa”, debería hacer de los pescados y mariscos mexicanos los productos insignia de la campaña. El uso de plataformas digitales, especialmente redes sociales para la venta y comercialización de los productos marinos dentro del mercado nacional es también parte de esta innovación.

A pesar de todo el sufrimiento que trae consigo esta crisis, podemos sacar algo positivo de ella. En la pesca y la acuicultura sostenibles están parte de la respuesta de la alimentación del mañana. ¡Comamos pescado! 

Alejandro Espinoza Tenorio
El Colegio de la Frontera Sur.

Nemer E. Narchi
El Colegio de Michoacán.


1 INEGI. (2011).  XIII Censo General de Población y Vivienda 2010. México.

2 Cantú-Calderón, R., Domínguez, S., López-Sagástegui, C., López-Sagástegui, R. & Villa-Juárez, S. (2019). Los perfiles sociodemográficos del sector pesquero en México. dataMares. InteractiveResource.

3 Comunidad y Biodiversidad, A.C. (2020)Reporte Mensual, Noviembre 2020: Impactos ambientales a partir del COVID-19: perspectivas de las comunidades pesqueras.

4 Gómez, Carolina (2020). “Venta y exportación de pescado se derrumbaron por Covid-19: Canaipesca. Sociedad y Justicia”, La Jornada, miércoles 3 de julio.

5 INEGI. (2019). Censos Económicos 2019.

6 Lopez-Ercilla, Ines; Torre, Jorge; Solano, Neyra y Fernández-Rivera Melo, Francisco. (2020). Women in the small scale fishing sector in Mexico are key drivers ensuring food security and community wellbeing during the COVID-19 pandemic. 61. 16-18.

7 Espinoza-Tenorio, A.; Millán-Vásquez, N. I.; Vite-García, N. y Alcalá-Moya, G. (2019). People and Blue Carbon: Conservation and Settlements in the Mangrove Forests of Mexico. Human Ecology47(6), 877–892.

8 Laborde, D., Martin, W. y Vos, R. (2020). Poverty and food insecurity could grow dramatically as COVID-19 spreads. International Food Policy Research Institute (IFPRI), Washington, D. C.

9 Barragán, J. M., y de Andrés, M. (2016). “Expansión urbana en las áreas litorales de América Latina y Caribe”. Revista de Geografía Norte Grande, (64), 129-149.

10 Narchi, N. E., Domínguez, W. y Rodríguez Armenta, D. J. (2018). El ocaso de la abundancia: pescadores y pesquerías en Bahía Magdalena en el siglo XXIRelaciones. Estudios de historia y sociedad, 39(153), 167-198.

Fuente:  ALEJANDRO ESPINOZA TENORIO Y NEMER E. NARCHI.

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