En años recientes, la decisión de comer o no comer carne ha estado motivada por una serie de argumentos que tocan temas que van más allá de los aspectos nutritivos de este alimento. A quienes se abstienen porque les estimula saber que así contribuyen a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que genera la producción industrial de ganado, les tenemos buenas noticias: la ganadería sostenible logra regenerar los suelos y puede mitigar factores que contribuyen al cambio climático.
La ganadería extensiva, la que trabaja con animales a libre pastoreo y ocupa grandes superficies, es posiblemente la actividad productiva que más ha modificado y devastado los ecosistemas naturales de nuestro país. Actualmente alrededor de 30 millones de cabezas deambulan en una extensión equivalente a más de la mitad del territorio nacional.1 Los animales pastan libremente seleccionando lo que más les gusta, reduciendo así la diversidad vegetal, compactando y “asfixiando” los suelos que se erosionan con las lluvias. El alimento disponible para el ganado en los agostaderos generalmente es insuficiente, y se requieren alimentos adicionales que los rancheros están obligados a comprar, como pollinaza y cerdaza –excretas secas y pulverizadas de pollos y cerdos de engorda–, bagazo de caña, subproductos de la industria de tortilla, desechos de galletas y panes; así las cuentas en los bolsillos ya no cuadran. Criar ganado de esta manera resulta un negocio muy poco rentable.
Después del destete, los terneros, que pesan unos 150 kilos, se comercializan a intermediarios que los ponen a pastar en terrenos de ranchos, suplementan su dieta con una gran diversidad de subproductos agroindustriales hasta que los animales alcanzan un peso de entre 200 y 350 kilogramos. Posteriormente son vendidos a grandes empresas que, en gigantescos encierros de hasta 300 000 animales, los engordan y “terminan” con algo de forraje, pero principalmente a base de soya, maíz y sorgo.
Estos insumos alimenticios son adquiridos en el mercado internacional, buscando siempre los precios más bajos y sin tomar en consideración los costos ambientales. Generalmente se trata de granos transgénicos cultivados con fertilizantes y pesticidas químicos: soya cultivada en áreas arrebatadas a la selva amazónica en Brasil o maíz proveniente de las vastas planicies de Estados Unidos. Este tipo de dieta basada en granos puede provocar abscesos en el hígado de los animales, y para tratarlos se les suministran antibióticos que cambian el perfil nutricional de la carne y la leche que producen. En teoría, humanos y rumiantes no deberían competir por los alimentos; las vacas –que no evolucionaron comiendo semillas como maíz y soya– deberían comer hierbas y pastos, y ramonear de árboles y arbustos.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la ganadería extensiva es responsable del 14.5 % de los gases de efecto invernadero. Si en este cálculo se incluyeran también las emisiones totales que resultan de la tala de selvas para conquistar nuevos espacios agrícolas y las de toda la cadena de la producción industrial de forraje –como la de la soya transgénica en Brasil y la de los fertilizantes y pesticidas–, el porcentaje sería mucho más elevado. Cabe mencionar que la producción ganadera ocupa cerca del 30 % de la superficie territorial del planeta y 70 % del total de las tierras agrícolas.2 La ganadería extensiva está considerada como la actividad económica que más recursos naturales utiliza en sus procesos, y ha sido una de las principales causantes de la pérdida de la diversidad biológica.
Cultivar pastos y árboles
Es necesario encontrar un nuevo equilibrio en la producción ganadera, ser más responsables con el medio ambiente y sus habitantes, y ser también más productivos y rentables en términos económicos. Los métodos que replantean la crianza de animales tienen distintos nombres: ganadería sostenible, silvopastoril, holística, regenerativa y pastoreo racional Voisin. Existen diferencias entre ellos, pero todos comparten la visión de la preservación del entorno y de incrementar la rentabilidad de la actividad productiva basándose siempre en estimular los procesos naturales.
La ganadería regenerativa pretende ser lo opuesto a la extensiva, es decir, un pastoreo intensivo de altas densidades, con cortos periodos de ocupación y óptimo tiempo de reposo; con altos índices de cosecha y forrajeo de árboles y arbustos, para lograr así la regeneración del suelo. Cuando el ganado pasta por poco tiempo en altas densidades —digamos 200 vacas por hectárea— deja de seleccionar lo que come, simplemente lo devora y corta a fondo las plantas que tiene delante. De esta manera se activa nuevamente el proceso fotosintético de las plantas, que es el sistema más eficiente de fijación de carbono en el suelo. Los ganaderos mueven los hatos de un potrero a otro utilizando cercos eléctricos móviles alimentados por celdas solares, y emplean un sistema de mangueras y bebederos portátiles para garantizar una constante disponibilidad de agua.
En la ganadería regenerativa las vacas pastan por poco tiempo en un área pequeña, de esta manera no compactan al suelo y el pasto rebrota vigoroso. Fotografía: Fulvio Eccardi
En el sistema extensivo, el ganado compacta los suelos al pasar varias veces sobre un mismo lugar, fenómeno que empeora con las lluvias, promoviendo la escorrentía, la erosión y ocasionando menor infiltración. Lo que se obtiene son suelos compactados, pastos sedientos y menor diversidad vegetal, y afecta de manera importante tanto a la nutrición del animal como al equilibrio del ecosistema. Esto es justamente lo que se debe cambiar. Cuando se favorece un pastoreo de corta ocupación, la vaca rompe con la pisada la delgada costra que sella el suelo y, como no pisa varias veces el mismo sitio, permite que se infiltre el agua, que las raíces se rehidraten y que haya más alimento disponible para el siguiente pastoreo. La vaca es también un efectivo transporte natural de microorganismos para el suelo: hay que pensar que un animal de 500 kg. excreta diariamente un promedio de 25 kg. de estiércol y 15 litros de orina llenos de nutrientes y microorganismos; lo que da como resultado un excelente sistema de fertilización y nutrición del suelo.
Si analizamos el aspecto económico, en el sistema extensivo de una vaca por hectárea con, por ejemplo, un 35 % de éxito reproductivo y que desteta a los seis meses de edad a un becerro de 150 kg., se producen 50 kg. de carne por hectárea al año. Se necesitan entonces tres hectáreas para producir 150 kg. de carne al año. En el pastoreo regenerativo, la producción de carne y de leche es de dos a tres veces mayor por hectárea debido al buen manejo y al aumento de la producción de pasto y de plantas forrajeras que permiten alimentar a los animales a lo largo de todo el año. Al final del día, se puede ver a la ganadería regenerativa como una actividad que necesita menos área para producir la misma cantidad de leche y carne, que genera un impacto ambiental positivo y tiene alta rentabilidad.
Los ganaderos mueven de un potrero a otro los hatos utilizando cercos eléctricos móviles alimentados por celdas solares. Fotografía: Fulvio Eccardi
El último eslabón
La producción de alimentos es sólo un tema; otro es su distribución. Como sucede con todos los productos del campo que alimentan diariamente a los ciudadanos urbanos, la “última milla” es clave para lograr eliminar intermediarios y mantener precios más accesibles para los compradores que, hoy más que nunca, quieren saber de dónde viene, cómo y quién produce lo que consumen. Es imprescindible crear canales de comercialización para distribuir la “carne de pasto” con trazabilidad transparente de los productos.
Con el fin de impulsar el financiamiento de proyectos que generen impactos ambientales positivos, el Grupo Bolsa Mexicana de Valores creó en años recientes el Consejo Consultivo de Finanzas Verdes, que persigue desarrollar un mercado con una oferta y demanda amplia de instrumentos verdes. La ganadería regenerativa es uno de los sectores elegibles para desarrollar proyectos y activos de inversión que pueden ser etiquetados como bonos “verdes” o “sostenibles” –de acuerdo con los impactos que generen–, si se desea que dichos instrumentos sean colocados en el mercado bursátil y puedan ser financiados por el público inversionista.
La ganadería regenerativa genera un impacto ambiental positivo y tiene alta rentabilidad. Fotografía: Leticia Mendoza
Conclusiones
Sin duda alguna es necesario hacer un cambio radical en los sistemas agrícolas y ganaderos que producen nuestros alimentos y al mismo tiempo modificar también nuestras dietas; así lo afirma el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. Las dietas equilibradas basadas en cereales, legumbres, frutas, verduras, nueces y semillas y en alimentos de origen animal producidos en sistemas sostenibles que secuestran más carbono de la atmósfera de lo que emiten, mitigan el cambio climático a la vez que son benéficos para nuestra salud.
Es en este momento histórico, cuando el gobierno actual busca una transformación, y al mismo tiempo vivimos una ineludible crisis climática, acompañada de una masiva e irreversible extinción de especies, que necesitamos preguntarnos hacia dónde vamos como sociedad y como especie humana. Los jóvenes de todo el mundo ya están levantando la voz exigiendo a los políticos escuchar a la ciencia. Ha llegado el momento de romper paradigmas, de reconciliarnos con la naturaleza y actuar.
Fulvio Eccardi
Biólogo y fotógrafo. Dedicado desde hace más de 45 años a documentar y difundir temas relacionados con la biodiversidad y el uso de los recursos naturales de México. Socio fundador de la plataforma multimedia Suum.
Daniel Suárez
Ingeniero agrónomo que practica la ganadería regenerativa en su rancho El Yaqui, Chiapas. Experto en ganadería regenerativa.
Los autores agradecen a Leticia Mendoza por su profesional trabajo editorial, a Tadzio Mac Gregor y Javier Barros por sus valiosos comentarios y a Adriana Cataño por su atinada corrección de estilo.
1 Halffter, G., M. Cruz y C. Huerta (Comps.). 2018. Ganadería sustentable en el Golfo de México. Instituto de Ecología, A.C., México, 432 pp; Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera. 2020. “Población Ganadera”. Gobierno de México.
2 Espejo, R. El lado oscuro de la ganadería. Prob. Des vol.39 no.154 México jul./sep. 2008.
Fuente: NEXOS.