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martes, abril 22, 2025

El Dragón helado del Norte

Apenas un año después del descubrimiento de los fósiles que del pterosaurio que posteriormente conoceríamos como Queltzalcoatlus Northropii en la formación Javelina de Texas, en los depósitos Campanianos del Dinosaur Park (pertenecientes al Cretáceo Tardío) localizados en Alberta, Canadá, se descubrieron los resto de otro miembro de la familia Azhdarchidae, misma a la que pertenece Q. Northropii y que representa a los pterosaurios compuestos sobre todo de cuello y cabeza con las alas ubicadas en la parte trasera del cuerpo.

Azhdarchidae es una de las familias menos comprendidas de todos los pterosaurios. Durante muchos años toda la información relativa a estos “dinosaurios” provenía de algunas vértebras aisladas que se encontraban aquí y allá, en formaciones pertenecientes a periodos muy distantes entre sí, y en ecosistemas muy poco relacionados. A causa de esto los científicos no se ponían de acuerdo en cuestiones tan básicas como si estos pterosaurios eran bípedos o cuadrúpedos, si cazaban durante el vuelo o se alimentaban como las garzas actuales, caminando sobre sus extremidades y atrapando presas menores con sus afilados picos, o incluso si podían volar siquiera.

Pero durante las últimas décadas, la abundancia de fósiles de azhdárquidos que se han encontrado en todo el mundo han ayudado a los científicos a conocer cada vez mejor esta familia de bestias voladoras que surcaban los cielos del Cretáceo. Cuando los fósiles de la bestia que nos ocupa el día de hoy fueron encontrados en el territorio canadiense se decidió bautizarlo como Cryodrakon boreas, del griego para “Lagarto gélido de los vientos del Norte” en la mejor tradición de nombres grandilocuentes asignados a los pterosaurios encontrados hacia la segunda mitad del siglo XX.

El primer fósil de Cryodrakon encontrado pertenecía a un individuo con una amplitud alar de unos 5 metros, que erguido sobre sus patas y alas apenas alcanzaría la altura de un humano adulto. Durante mucho tiempo y debido a la falta de fósiles similares, se dio por hecho que C. Boreas era un espécimen más de Quetzalcoatlus, cuyos restos también se encontraron en los mismos depósitos fósiles junto a restos de cocodrilos arcaicos, Sarcosuchus; lo que llevó a los científicos a pensar que C. Boreas vivía en un ambiente más tropical y cálido, pero que hoy sabemos están separados cronológicamente por millones de años.

Cryodrakon mantuvo su nombre al ser el pterosaurio cuyos restos se han encontrado más al Norte del continente americano, en un territorio que hace entre 70 y 140 millones de años tenía un clima similar a lo que hoy conocemos como Oregon en los Estados Unidos, ligeramente más cálido que la actual Alberta pero sin llegar a tener un clima cálido salvo en ciertas temporadas del año. Ambos azhdárquidos, Cryodrakon y Quetzalcoatlus comparten muchas características y eran básicamente del mismo tamaño, y hoy sabemos que sus hábitats y territorios de caza se traslapaban; pero se pensó durante mucho tiempo que pertenecían a la misma especie debido a sus similitudes tanto en morfología como en tamaño.

Pero a partir del aluvión de descubrimientos de restos fósiles de azhdárquidos encontrados en los 90’s en todo el mundo, como el Hatzegopteryx rumano, o el que le da nombre a la familia, Azhdarcho, un pterosaurio encontrado en lo que hoy es Uzbekistán y cuyo nombre proviene del uzbeko para “dragón”; nuestro conocimiento de esta familia de reptiles ha sido reexaminado y consolidado. Hoy día sabemos que Cryodrakon y Quetzalcoatlus, a pesar de ser ambos enormes y compartir multitud de características, ambos son pterosaurios diferentes, con hábitats, costumbres y alimentación diferentes, y podemos señalar claramente las diferencias entre una especie y otra; ubicadas principalmente en las vértebras del cuello de ambas especies.

Muchos animales han surgido y se han extinto desde la época en que el gran Dragón Gélido del Norte surcaba los cielos de Norteamérica. Es la esperanza de los científicos encontrar y catalogar la mayor cantidad de restos dejados por ellos, así como sus correlaciones con otras especies y el medio ambiente de hace millones de años, lo que nos aportará muchísimo a nuestro conocimiento de la historia y formación de este punto azul que hoy habitamos, ya sin grandes dragones voladores, como Quetzalcoatlus o Cryodrakon. Una verdadera lástima, en mi humilde opinión.

Fuente: EL ECONOMISTA

 

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