Solemos identificar al atún con una alimentación saludable baja en grasa e incluso se le asocia con deportistas. Es una carne rica en proteínas baja en grasas con contenido de grasas omegas 3 y 6, sin embargo, este pescado por vivir muchos años y obtener un gran tamaño, va acumulando metales pesados durante su vida como mercurio y plomo que son tóxicos para nuestro sistema nervioso y se acumulan en hígado y demás tejidos mermando sus funciones.
En adición el atún es una especie migratoria por lo que se han encontrado isótopos radioactivos después del accidente de Fukushima en Japón, faltan más investigaciones al respecto en cuanto al impacto en la salud humana.
A diferencia del atún, la sardina es un pescado de menor tamaño y de corta vida, por lo que no acumula metales pesados, tiene más alto contenido de grasas omegas 3 y 6, y contiene mucho más calcio, además de ser más económico.
La sardina nos ayuda a mantener nuestros niveles de colesterol y triglicéridos al margen por sus grasas buenas, es rico en vitaminas liposolubles pomo A, D y E que fortalecen el sistema inmunitario y nos protegen de la acumulación de grasas malas en arterias, mantiene nuestra piel y mucosas saludables.
Es rico en hierro, fundamental para la oxigenación de la sangre y la prevención de la anemia, tiene un amplio contenido de vitaminas del complejo B que fortalece nuestro sistema nervioso e incluso fomenta la concentración. También contiene yodo por lo que es recomendable para personas con hipotiroidismo o personas con sobrepeso y obesidad.
La única contradicción, en este caso de la sardina, el atún y en general las carnes, es el contenido de purinas, que en exceso puede elevar el ácido úrico, por lo que su consumo debe ser medido en personas con gota o enfermedades renales.
L.N. Oswaldo Márquez
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