Los tiempos que se avecinan son difíciles en muchos frentes y todos debemos estar preparados para el nuevo escenario. El ciclo negativo apenas inicia. No es catastrofismo, es lo que se dibuja en el horizonte. El margen de error para todos se estrecha y es necesario mudar a formas distintas para acometer con éxito la adversidad.
Una condición necesaria es empezar a diferenciar las causas de los efectos. El malestar social en muchas de sus expresiones no es el problema, hay causas profundas detrás. Así, por ejemplo, la trascendente marcha de mañana de las mujeres y la muy respetable expresión del lunes obligan a pensar no en una voluntad aviesa que manipula o aprovecha tales expresiones, sino en el origen del problema de la desigualdad y la violencia contra la mujer. La denuncia nos convoca a todos. La solución es estructural y desde luego, es el Estado el primero que debe asumir su responsabilidad.
Otra tarea ineludible en estos tiempos es aceptar que la impunidad es el elemento causal de muchos de los males nacionales, al menos el de la corrupción, la violencia y la injusticia. La corrupción no se resuelve con voluntarismo, mucho menos la criminalidad, sino con la acción de una justicia ejemplar que sancione a quien se aparte de la ley. El pasado debe revisarse con un sentido de legalidad. El fiscal Alejandro Gertz Manero es garantía. El problema está en instancias de gobierno que actúan a partir de la agenda propia del titular en un ánimo de complacer el sentimiento de agravio del Presidente y de la misma sociedad. El debido proceso es la única opción en el curso obligado de la acción de la justicia en todas sus expresiones.
Ante los tiempos que se avecinan el gobierno debe revisar también, con seriedad y contundencia, muchas de las premisas de su desempeño. Se ha regateado la conciliación y la inclusión. Lo que es peor, no falta quien pretenda radicalizar, quien proponga más cerrazón e intransigencia frente a la adversidad. Sería un error muy grave, como lo ha sido la respuesta hacia el reclamo feminista, reminiscencia de la actitud del gobierno con el movimiento estudiantil en 1968.
En la economía, el uso político o discrecional de instituciones y procedimientos de Estado contra el crimen organizado ha ahuyentado capitales. Fue un error severo y seguramente una falta legal emplearlos para disciplinar a directivos de órganos autónomos o adversarios.
En días pasados se cayó en el extremo de sembrar una pregunta para el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera en la conferencia presidencial matutina, para intimidar a prominentes figuras de la política o de la comunicación bajo el supuesto absurdo de estar financiando la protesta de las mujeres. Su titular respondió con acierto y mesura, afortunadamente.
La falta de crecimiento económico sí tiene consecuencias, vienen tiempos difíciles. La situación empeorará. La combinación de una modificación del entorno externo con desaciertos internos anticipa circunstancias muy complicadas para todos. El deterioro económico remite a la afectación en la calidad de vida de las personas y también a una mayor crisis en las finanzas públicas. La recaudación va a tener una merma importante y, por lo mismo, la capacidad del gobierno para atender las apremiantes necesidades y el financiamiento de la inversión pública. Reitero, el gobierno debe ampliar las oportunidades de inversión del sector privado en materia de energía.
En la lucha contra la corrupción deberá revertirse la percepción de complacencia de las autoridades. El cambio no es para regresar a lo que no ha dado resultado, sino a hacer lo que nunca se ha podido implementar: aplicación estricta de la ley. La lucha contra la impunidad es preventiva y correctiva. Es una tarea de procesos y prácticas, pero más que eso, de un régimen de sanciones que inhiban la comisión de faltas y delitos.
Las expresiones de inconformidad son predecibles. Las autoridades deberán entenderlo y actuar sin vacilación y sin ambigüedad. La abrumadora mayoría de los mexicanos queremos que las autoridades tengan un amplio respaldo popular que se genere a partir de buenos resultados de su desempeño. No hay intrigas ni conspiraciones que tengan peso ante la decisión de todos de cerrar filas en momentos de adversidad.
El gobierno debe poner su parte y se anticipa que muchos habrán de sumarse al Presidente, aunque sin ceder en su libertades y posturas respecto a la situación y lo que hacen las autoridades. Hay buen equipo de gobierno. Como en todo, hay los azuzadores, los arribistas y los convencidos del proyecto. Las tensiones entre ellos son propias de la política y de la gestión pública. Está en manos del Presidente generar un equilibrio consecuente con las necesidades de su gobierno en la nueva circunstancia. Él deberá ser el factor más importante para que prevalezca la sensatez y la prudencia ante los tiempos difíciles. A más de un año, ya tendrá en claro que gobernar es más complejo de lo que parece y que la gente cuando es feliz, lo es no por el gobierno, sino con frecuencia, a pesar de éste.
@liebano
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