Uno de los grandes retos del sector agroalimentario a nivel mundial es la sobreexplotación del agua. En promedio, 70% del vital líquido que se extrae en el mundo se ocupa en la agricultura, advierte el Banco Mundial. México no es la excepción pues la actividad agrícola utiliza entre 68 y 70% del agua disponible en el territorio nacional, de acuerdo con datos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua). Sumado a esto, el recurso hídrico -como otros rubros del campo- también se está viendo impactado por la falta de presupuesto por parte del gobierno. Bajo este esquema, la seguridad alimentaria en México es difícil de garantizar cuando se tiene un acceso irregular al agua y se vive una de las crisis económicas más profundas de la historia mundial.
En México, 104 de 653 acuíferos están sobreexplotados y únicamente 45% de las aguas residuales recibe tratamiento adecuado. De 2014 a 2020, Conagua vio disminuido su presupuesto de 52 mil millones a 23 mil millones de pesos. Si bien el presupuesto para 2021 aumentó a 24 mil millones de pesos, sigue siendo una cifra menor a la mitad del monto que se tenía hace siete años. Asimismo, una iniciativa civil busca instaurar la Ley General de Aguas que, como toda reforma, requiere un diálogo abierto e incluyente, donde se tomen en cuenta los puntos de vista de todos los sectores que necesitan este recurso.
En el caso de la agricultura, la problemática en el manejo del agua se concentra en los sistemas de irrigación. De acuerdo con la Encuesta Nacional Agropecuaria 2019 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), solamente 22% de la superficie agrícola cuenta con sistemas de riego. Aproximadamente 75% de esta superficie usa sistemas rodados o por gravedad, los cuales no implican un método eficiente de riego en su totalidad. La eficiencia del riego rodado es de 35-40%, mientras que el sistema tecnificado es de 70-75%. Además, 57% del vital líquido utilizado se desperdicia principalmente por infraestructuras de riego ineficientes que se encuentran en mal estado, obsoletas o con fugas.
Nuestro país cuenta con 210 presas con capacidad de almacenamiento de 125,584 hectómetros cúbicos de agua para riego. Sin embargo, debido a la falta de lluvias, para el 16 de diciembre de 2020 la reserva de agua sólo ascendió a 66,607 hectómetros cúbicos, cifra menor a los 91,330 hectómetros cúbicos reportados en 2019. Esta escasez de agua, por lo pronto, ha afectado la producción de cultivos como el maíz, el trigo, el sorgo y el frijol, cosechas pertenecientes al ciclo otoño-invierno 2020/2021, según informó el Grupo Consultor de Mercados Agrícolas a principios de enero pasado. De acuerdo con este análisis, el almacenamiento de agua para riego de estos cultivos disminuyó 27.1% en 2020.
Por su parte, el Banco Mundial señala que la capacidad de mejorar la gestión del agua en la agricultura se ve limitada por políticas erradas, un desempeño institucional deficiente y restricciones financieras. Aumentar la eficiencia en el consumo de agua en la agricultura depende también del uso de tecnología, semillas mejoradas, siembra directa o con poca labranza, entre otras alternativas, añade esta institución internacional.
¿Qué estamos haciendo en México? Desde el sector agropecuario, nos corresponde abrir el diálogo con todos los sectores que participan en la discusión actual sobre el vital líquido y hacer escuchar nuestra voz. Es importante reconocer la necesidad de proteger este recurso y hacer un uso responsable y sustentable del mismo para mantener en funcionamiento nuestro sector.
El uso del agua para fines agrícolas no es un tema menor, y en México se trata de un asunto que en la actualidad atraviesa distintos ámbitos. Lo que es indiscutible es que el agua, hoy más que nunca, es un factor primordial para afianzar la seguridad alimentaria que requiere nuestro país. Es hora de avanzar juntos, sectores público y privado, hacia el mejoramiento del acceso a este vital líquido, por el bien de todos.
Fuente: JUAN CORTINA GALLARDO.