De no cambiar o conocer cuáles son nuestros hábitos ahora, la demanda mundial de agua podría aumentar 50% para el año 2030.
Ante la ya prevista y creciente población mundial, cifra que se estima que llegue a 9,700 millones de personas para el año 2050, tenemos un reto en el presente: ¿Cómo producir más alimentos para cubrir el aumento en la demanda de éstos y al mismo tiempo conservar la biodiversidad y reducir la presión sobre los recursos naturales, específicamente sobre la demanda de agua?
La actual crisis sanitaria ha visibilizado aún más la importancia del recurso hídrico, el saneamiento y la higiene para proteger la salud humana. No obstante, los efectos del cambio climático agravarán los temas relacionados con el agua, dando lugar a tensiones y conflictos entre las partes interesadas, agudizando las desigualdades de acceso a los recursos hídricos, especialmente para las poblaciones vulnerables, incluidas las personas pobres del medio rural, las mujeres y las poblaciones indígenas.
Según datos disponibles en el informe de la FAO: El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2020, indican que 3,200 millones de personas viven en zonas agrícolas donde los déficits o la escasez de agua tienen valores elevados y muy elevados; de ellas, 1,200 millones —aproximadamente una sexta parte de la población mundial— residen en zonas agrícolas con graves limitaciones de la disponibilidad de agua.
La disponibilidad de agua dulce por persona ha disminuido en más de 20% durante los dos últimos decenios a nivel mundial. Subrayando la importancia de producir más con menos, especialmente en el sector de la agricultura, sector que en promedio consume 70% de la disponibilidad de agua dulce.
Las tendencias alimenticias apuntan a un aumento global en el consumo de alimentos cuya producción requiere más agua. De no cambiar o conocer cuáles son nuestros hábitos ahora, la demanda mundial de agua podría aumentar 50% para el año 2030.
Pasemos a la acción: pequeñas acciones pueden contribuir al cuidado de nuestro de planeta.
Trabajando sobre nuestros sistemas alimentarios, es decir, la forma en que se produce, recolecta, almacena, transporta, transforma y distribuyen alimentos, podemos mejorar nuestra dieta y nuestro impacto sobre el agua. Lograr sistemas alimentarios inclusivos y sostenibles, es una tarea de todas y todos.
¡Desperdiciar alimentos equivale a desperdiciar agua! Sabían que el cultivo de leguminosas, lentejas, habas, frijoles, garbanzos, entre otras, tienen una reducida huella hídrica, lo que significa que para producir un kilo de lentejas sólo se necesitan mil 250 litros de agua, comparados con los 13 mil litros de agua que se requiere para producir un kilo de carne de res.
Cada gota cuenta más en una época en la que casi 690 millones de personas en el mundo pasan hambre. La pérdida y desperdicio de alimentos no sólo representa una pérdida de mano de obra, energía, tierra y otros insumos utilizados en la producción de esos alimentos, con tan sólo un jitomate desaprovechado estaríamos desperdiciando 13 litros de agua que se necesitaron para producir dicha hortaliza.
El agua es un elemento fundamental para la vida y la humanidad. No sólo es esencial para la producción agrícola, el agua tiene un papel fundamental en la reducción de la pobreza, la seguridad alimentaria, la garantía de la paz y los derechos humanos, la mejora de los ecosistemas y la educación.
La FAO trabaja con los países, creando sistemas de alerta temprana para identificar déficits o excesos de humedad, incrementar la productividad del agua; gestión, manejo y uso sustentable del recurso hídrico en territorios marginados, en la restauración de ecosistemas, la protección de bosques y humedales. Acciones para asegurar que el uso del agua en la agricultura sea más eficiente, productivo y respetuoso con el medio ambiente.
Para lograr un mundo Hambre Cero, ¡tenemos que actuar ya!
Representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO México.
Fuente: EXCÉLSIOR.