Estoy seguro de que los que siguen las cotizaciones del maíz en la Bolsa de Chicago, ya sea porque son consumidores del grano, agricultores, comercializadores, una institución financiera o un funcionario responsable de otorgar apoyos al campo, saben que el precio del maíz ha estado montado en una montaña rusa con fuertes alzas y bajas, que no se corresponden con los datos de oferta y demanda, por lo que se ha vuelto prácticamente imposible determinar hacia dónde van los precios, generando gran incertidumbre
Y es que el maíz hasta antes del pasado 10 de mayo venía en franca caída debido a la guerra comercial entre China y Estados Unidos, y a una expectativa de mayor producción para este ciclo 2019-2020, donde los agricultores de soya habrían decidido cambiarse de cultivo para sembrar maíz.

De pronto, del cielo empezaron a caer enormes cantidades de agua que inundaron toda la franja maicera de Estados Unidos, generando retrasos importantes en la siembra del cultivo, lo cual fue confirmado por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por su sigla en inglés), en su reporte sobre oferta y demanda publicado el 10 de mayo pasado, en donde le recortó la superficie a sembrar y la expectativa de producción en prácticamente 34 millones de toneladas equivalentes a más un año y medio de producción en nuestro país.
Lo anterior generó que todos aquellos fondos de inversión (especuladores) que habían venido apostando a la baja del mercado salieran a cerrar sus posiciones, es decir, a comprar, generando que del 10 de mayo al 17 de junio pasado, el maíz tuviera un repunte espectacular al plazo de marzo del 2020 de 22.46%, o 34.15 dólares, en escasas cinco semanas para ubicarse en niveles no vistos en más de cuatro años de 186.21 dólares/tonelada.
Una vez que los fondos empezaron a tener una posición más neutral, el mercado se empezó a estabilizar y de hecho empezó a bajar un poco; sin embargo, la relativa calma duraría poco, ya que el último día de junio el USDA informó sobre la superficie que finalmente habrían sembrado los productores de maíz en Estados Unidos, sorprendiendo a todos al informar que se habían sembrado 37.13 millones de hectáreas, a pesar de las inundaciones y fuertes retrasos en la siembra que había venido informando semana a semana.
Como se imaginaran, la reacción inmediata del mercado fue pintarse de rojo. Desde el 17 de junio hasta el primero de julio, el maíz perdió 8.72%, equivalente a 16.24 dólares/tonelada.
A partir de ese momento entramos a la etapa de polinización del cultivo, donde climas calientes y falta de humedad pueden afectar enormemente el rendimiento del cultivo, donde el USDA empezó a informar que la primera semana de julio las condiciones del cultivo se encontraban en 56% de buenas a excelentes, contra 72% del año pasado y la siguiente semana, apenas le subió 1 punto porcentual a esa calificación.
Para aderezar el tema, el USDA emitió su reporte sobre oferta y demanda al mes de julio el pasado jueves, donde confirmó la información del reporte de superficie sembrada de finales de junio, dejando la superficie sembrada en 37.11 millones de hectáreas, no tocó los rendimientos al ubicarlos en 10.42 toneladas/hectárea y en consecuencia aumentó la producción en 4.95 millones de toneladas con respecto al ya impresionante incremento del mes pasado, por lo que la oferta total aumentó en 8.64 millones de toneladas, mientras que el consumo apenas subió 130,000 toneladas. Lo anterior dejó inventarios finales de 51.06 millones de toneladas para este ciclo 2019-20, que equivalen a 8.51 millones de toneladas más que el mes anterior.
Con todo lo anterior, lo lógico es que el mercado hubiera bajado, pero no fue así, cerró con fuertes alzas el jueves y el viernes logrando cerrar con una ganancia semanal de 3.56 por ciento.
A todos aquellos que se ven afectados por la fuerte volatilidad en el maíz, hoy les digo que la única forma de atinarle al precio es a través del uso de coberturas.
ALFONSO GARCÍA ARANEDA. EL ECONOMISTA